domingo, 31 de mayo de 2009

CLIMA DE AFECTO, CONFIANZA Y SEGURIDAD. ESTABLECER LÍMITES

Los niños se sienten estimulados si viven en un clima de afecto - apego emocional, cariño, amor y dedicación. Tienen una gran necesidad de amar y ser amados. También necesitan saber que tienen un lugar en la familia y en la comunidad - y que siempre lo tendrán más allá de las circunstancias.
Los niños que se crían en un entorno donde hay demostración de cariño están mejor preparados para enfrentar las frustraciones y decepciones de la vida cotidiana. Además, encuentran menos dificultades para trabajar y desempeñarse en la búsqueda de los objetivos comunes.

Los aspectos afectivos y emocionales tienen una importancia especial en Educación Infantil. Sólo si el niño se encuentra a gusto y seguro en la escuela, se implicará positivamente en el aprendizaje y desarrollo. De aquí la necesidad de construir, entre todos los educadores, un clima de afecto, confianza y seguridad para los niños, por ello es fundamental tener en cuenta:

– Las características de los niños de Educación Infantil exigen encontrar en el centro escolar un ambiente cálido, acogedor y seguro: la necesidad de afecto es una necesidad básica tan primaria como la necesidad de comer o de protección. Los niños precisan una relación estable y continua con aquellas personas que cubren sus necesidades de cuidado, exploración y juego. Estas relaciones producen sentimientos de bienestar, confianza y seguridad.
– En un ambiente de estas características, el niño puede afrontar los pequeños retos que le plantea el conocimiento progresivo del medio, superar las frustraciones que la convivencia implica, relacionarse positivamente con los compañeros y con el educador, y así aprender y desarrollarse, crecer y convertirse en miembro activo de su grupo social.
– Para ello, los niños necesitan tener con el educador una relación personal de gran calidad, una relación que transmita a los niños la seguridad de que es querido y valorado.
– Este ambiente cálido y esta relación afectuosa no se opone a la existencia de normas y a la presencia de retos y exigencias, que adquieren todo su valor educativo cuando se dan en un contexto de afecto y consideración para el niño.
– Las normas y rutinas contribuyen a la creación de un ambiente de seguridad: el saber qué no puede hacer o saber qué hará después ayudará al niño a crearse un entorno estable y seguro. Las normas y límites deben insertarse en un ambiente o clima afectivo, estar adaptadas a las posibilidades del niño, ser consistentes y flexibles y no excesivas.


¿Por qué esa necesidad de poner limites en la educación de nuestros hijos?

La misma pregunta nos está dando una respuesta: porque estamos educando. En muchas ocasiones tendemos a unir el concepto de “autoridad” con el de “autoritarismo”. Unos padres o maestros autoritarios valoran la obediencia incuestionable, no aceptando ningún tipo de comportamiento u opinión que contradiga lo que ellos consideran adecuado. Por el contrario, unos adultos con autoridad ejercen un firme control cuando es necesario, pero explican su posición mientras respetan los intereses, las opiniones y la personalidad de los niños.
En realidad, el niño necesita sentirse libre y autónomo pero siempre dentro de unas ciertas reglas y unos límites. Si los padres no pusieran ningún límite al comportamiento del niño, si cedieran ante todos sus deseos estarían ofreciendo un modelo erróneo, y el hijo no aprendería qué puede y no puede hacer; cuándo puede y cuándo no. Estaríamos limitando su crecimiento personal y psicológico. Al establecer reglas o límites estamos creando un entorno de seguridad necesario para el desarrollo integral del niño. Es dentro del núcleo familiar donde el niño empieza a aprender el cumplimiento de unas normas, de unas reglas que posteriormente se le van a exigir para su perfecta socialización. Al actuar de esta forma,
evitamos la sobreprotección y fomentamos su autonomía. El niño necesita que sus padres le apoyen en su proceso de exploración, de satisfacción de sus deseos; pero también necesita que le ayuden a situarse de forma gradual en la realidad. Si le animamos a tomar la iniciativa en determinadas tareas, nuestro hijo irá aprendiendo a asumir responsabilidades. Actuando así, los padres van creando un clima familiar que favorece la comunicación. Esto
es muy importante en la niñez, pero es básico en la posterior adolescencia.


¿Y cómo establecer esos límites?

En primer lugar, debemos ser consecuentes. Todo límite puede llevar consigo cierta frustración, no sólo para el niño que tiene que aprender a respetar la norma, sino también para los maestro y padres. Si el adulto no tiene la firmeza suficiente para mantener la norma establecida, va a dificultar que el niño acepte y la interiorice.
En segundo lugar, los padres deben ejercer el control combinando afecto, firmeza y seguridad. Si las figuras más importantes e influyentes para el niño, sus padres, le tratan con cariño, reconociendo sus derechos y sus deberes, se sentirá seguro. No debemos confundir el establecer límites, con imponer castigos o hacer descalificaciones personales. En ocasiones, esperamos a que el niño transgreda continuamente una norma respondiendo los padres a continuación de forma excitada. Los límites, para que funcionen, deben estar puestos a su debido tiempo.
Para que una norma sea aceptada por el niño, debe ser explicada de acuerdo a su desarrollo evolutivo y no debe ser modificada de forma arbitraria. Todos los padres saben cuándo deben flexibilizar y cuándo mantenerse firmes. En definitiva, el establecimiento de unos límites en la educación es básico para el desarrollo social, personal y psicológico. El niño necesita sentir que sus padres le ofrecen seguridad y confianza, a la vez que le enseñan y ayudan a aceptar la realidad.

Algunas recomendaciones a la hora de establecer los límites, son:
1. Ser objetivos.
2. Ofrecer opciones.
3. Ser firme.
4. Acentuar lo positivo.
5. No amenazar.
6. Explicar el porqué de forma sencilla y breve.
7. Ser consistente.
8. Controlar las emociones y estar relajado.

A modo de resumen, podemos señalar:

¿POR QUÉ LAS NORMAS Y LOS LÍMITES SON NECESARIOS?
• dan seguridad y protección
• ayudan al niño a tener claros determinados criterios sobre las cosas. Son una referencia.
• enseñan al niño a saber renunciar a sus deseos


¿QUÉ HACE QUE A ALGUNOS PADRES LES CUESTE PONER LÍMITES A SUS HIJOS ?
• padres que sienten que no tienen energías suficientes para enfrentarse a sus hijos.
• padres que intentan, de esta forma, compensar el poco tiempo de dedicación que les pueden dar.
• padres inseguros y con poca autoestima, que desean ser aceptados por sus hijos, y que no confían en sus propias decisiones ni en su capacidad para defenderlas.
• padres que, entre sí, tienen opiniones distintas sobre una misma situación, e infravaloran o desacreditan el juicio del otro progenitor. No hay respeto entre ellos.
• padres que no saben dónde poner los límites, ni en qué situaciones.


¿QUÉ CONDICIONES SON FUNDAMENTALES PARA PODER ESTABLECER CON ÉXITO LOS LÍMITES A NUESTROS HIJOS?
- que exista un buen clima familiar, de afecto y cariño.
- los padres deben estar convencidos de aquello que exigen .
- los padres deben comportarse de forma coherente a lo exigido .
- las normas marcadas por los padres han de ser claras y realmente necesarias .
- jerarquizar la importancia de los temas y actúa en conformidad con su importancia educativa
- hay que mostrarse firmes .
- mentalidad flexible que les permita ir adaptando esas normas a la situación .

TÉCNICAS
- Ayudarles a expresar sus sentimientos.
- Expresar reconocimiento.
- Permitir que participe tu hijo cuando se fijen normas nuevas. Darle alguna margen de decisión.
- Dar ejemplo.
- Ser siempre justos.
- Ser muy consistentes y firmes.
- Ser fiel a tus principios.

EL CASTIGO
- Es el último recurso y no la manera habitual de actuar.
- Se sabe exactamente por qué se es castigado.
- Es, sin aplazamientos innecesarios.
- Ocurre siempre que se comete la falta, sin depender del buen o mal humor.
- Si se pone un castigo se debe de cumplir, aunque al final resulte que todos salimos perjudicados.
- No poner castigos que luego no se cumplan.
- Ofrece al niño una alternativa.
- Permanece intacto el respeto por la persona, sin que sufra la autoestima.
- No lo asocias a actividades de aprendizaje como, por ejemplo, tener que copiar o hacer cuentas o leer .





VIOLENCIA EN EDUCACIÓN INFANTIL

Se puede afirmar que una intervención adecuada desde infantil puede suponer evitar que las conductas violentas aparezcan en estadios posteriores de la educación del alumno, apostando por interiorizar modelos de relación basados en el diálogo y no en la violencia o la dominación de unos sobre otros.
Lo primero a tener en cuenta son los referentes con los que los niños y niñas se encuentran en sus primeras edades y que van a jugar un papel primordial en el desarrollo de actitudes y comportamientos violentos, y nos referimos a la violencia que ven en sus contextos más inmediatos: en los adultos, cuando por ejemplo ponen en ridículo a un niño en presencia de otros, en la televisión, ya que una imagen vale más que mil palabras y lo que los niños y niñas ven en la televisión o en las películas infantiles son instrumentos de penetración cultural en la infancia que pueden reforzar en ellos ideas de inmortalidad o de justificación de la violencia ante determinadas situaciones o con determinadas personas, e incluso en los juguetes, que suponen en muchos casos modelos de violencia y sexismo. Se encuentran indefensos porque no son capaces de analizar críticamente la información que les viene de fuera, sencillamente la asumen como algo que les viene dado, de ahí la responsabilidad de los docentes ante la violencia escolar, ya que todos esos modelos pueden llevar a la violencia a su alumnado debido a que los niños y niñas los toman como referente inmediato, es lo que ven de manera habitual. La escuela, lejos de contribuir a reforzar comportamientos violentos, como sucede en múltiples ocasiones, tendría que ser compensadora de las desigualdades de partida de los niños y niñas, sacando a la luz cuestiones sociales de la infancia en situación de riesgo y jugando un papel importante en el consumo de juguetes y películas que impliquen un compromiso social con la justicia.
Por tanto, se entiende la Educación Infantil como etapa previa fundamental. Esta idea de prevención implica la necesidad de ofrecer contextos en los que se trabaje por la paz y para evitar que los niños y niñas asuman la violencia como forma válida de relación y de resolución de conflictos.
Otros factores a tener en cuenta es la importancia de la escuela en la lucha contra la exclusión social, la posibilidad de que la violencia genere diferencias de trato entre los propios niños, la importancia del papel del docente ante las actitudes violentas, la tradición de violencia por cuestiones de género, los modelos violentos a los que está habituada la población infantil y las situaciones violentas que pueden venir generadas por las diferencias económicas del alumnado. La violencia puede generar diferencias, no solo por el mero hecho violento, sino también por los actos de sobreprotección de los docentes ante determinados niños o niñas. Los docentes no pueden caer en etiquetar a los alumnos ni sus comportamientos, deben evitar la dicotomía (bueno-malo, charlatán-silencioso…) que lo único que transmite es que hay niños y conductas que pueden ser etiquetados y juzgados y esto puede llevar al insulto gratuito y al desprecio por parte del resto de compañeros cuando la etiqueta no corresponde con lo considerado adecuado.
Ante la violencia en las primeras edades, a nivel escolar, sería necesario plantearse dos cuestiones fundamentales: por un lado, el docente debe compartir su poder y aceptar decisiones colectivas (ya que lo contrario no implica otra cosa que dominancia) y por otro, se tiene que entender la diversidad del alumnado como riqueza, como enriquecimiento, no como obstaculización del desarrollo de la vida social del aula.
La violencia por cuestiones de género como forma de ejercer el poder que han tenido los hombres hasta el momento implica una necesidad de analizar las expectativas docentes en relación con los comportamientos bondadosos esperados en los niños y en las niñas y si éstos son diferentes, lo que puede dar lugar a diferentes reacciones. Es decir, suele entenderse que determinadas actitudes son más o menos violentas en función de si proviene de un niño o de una niña. En definitiva y en relación con la violencia asociada al género, se hace básico responder al siguiente interrogante: ¿Hay un modo de bondad válido para ofrecer a la infancia? Responder a esta pregunta implica que, para que haya una educación basada en la igualdad de derechos, lo primero que debe hacerse es revisar actitudes de los docentes ante estos temas, ya que lo que ellos entiendan por violento o las diferencias que hagan entre comportamientos que vienen de niños o niñas, puede condicionar las futuras respuestas de su alumnado.
En cuanto a los diferentes modelos que tiene la infancia en los que ser malo es divertido (claro ejemplo se tienen en los piratas, en los bandidos...), se hace necesario discutir en la escuela acerca de la maldad de personajes famosos, bien de películas, bien de cuentos tradicionales, bien de los payasos, títeres o dibujos animados (que provocan risa ayudados de violencia física), bien del bueno como algo justificado para vencer al malo, bien en las canciones infantiles o de los ídolos del momento. Por lo tanto, será preciso buscar espacios de reflexión del adulto de manera individual y del adulto con los niños y niñas y crear contextos para que los propios niños y niñas sean mediadores.
Hay que subrayar y prestar una especial atención a la importancia de que el docente tenga en cuenta que en sus aulas hay niños y niñas sin posibilidades económicas, lo que puede obstaculizar el aprendizaje o generar situaciones violentas, porque esto puede llevar a las envidias cuando un niño o una niña, por ejemplo, trae un juguete de casa que otro no se puede permitir. Por lo tanto, se debe evitar que los niños trasladen a clase los prejuicios de sus padres y el maestro o maestra deberá tener presentes las historias de cada alumno en las aulas. Para ello se hacen imprescindibles gestos tan básicos como el administrar el reparto de chucherías en clase o los juguetes personales que los niños o niñas traen de casa, o sobre cómo abordar el maltrato hacia los objetos propios o ajenos.
En definitiva, es necesario que la Educación Infantil actúe como compensadora de la violencia en casa y en el aula desarrollando una labor preventiva y que por encima de todo se entienda la educación como clave para la transformación. Especialmente importante para trabajar la violencia en la escuela es que haya consideraciones y referencias explícitas de la misma desde el currículo y desde los documentos del centro, que no se quede en manos del saber o del querer de unos cuantos profesionales y que sea algo a trabajar por todos desde las primeras edades. Un punto a considerar es empezar a entender a los alumnos violentos como alumnos con necesidades educativas especiales y darles la respuesta adecuada, no resolviendo el caso con el etiquetaje y la marginación. Todo lo que hagamos y todo lo que dejemos de hacer en las aulas tendrá su repercusión en los niños y niñas y condicionará su desarrollo y su posterior aprendizaje.

LA FUNCIÓN COMPENSATORIA DE LA ESCUELA


La diversidad social propia de los grupos humanos está presente en la escuela infantil al escolarizar a niños y niñas de variada procedencia socio-cultural y económica, en la que se encuentran los sectores desfavorecidos.

Los centros se insertan en entornos comunitarios concretos y, según el contexto, la población escolar en general o un grupo reducido del alumnado puede considerarse en situación de riesgo social. Ante esta realidad los centros escolares ponen en práctica las medidas y actuaciones institucionales, emanadas de la legislación vigente.

1º.- El riesgo social

En la actualidad existen investigaciones sobre las causas y consecuencias del riesgo social que se define como el conjunto de circunstancias familiares y ambientales que ponen en peligro los derechos fundamentales del niño y de la niña y que dificultan la satisfacción de sus necesidades elementales.

Los niños y las niñas pertenecientes a estos ambientes son vulnerables a las condiciones que le rodean.

Proceden de entornos deprimidos y de marginación que se excluyen de los sistemas e instituciones sociales o que, por sus circunstancias no tienen fácil acceso a ellos.

Estos niños y niñas son victimas de múltiples problemas familiares derivados de los conflictos entre los familiares, los trastornos emocionales o mentales, el consumo de drogas, las actividades delictivas, la inestabilidad laboral y los cambios de residencia.

Las disfunciones familiares pueden ocasionar abandonos, insatisfacciones de las necesidades de alimentación e higiene, familiarización con la violencia, explotación laboral, maltrato físico y psicológico y abusos sexuales.

Aunque las situaciones de maltrato y los abusos sexuales no son exclusivos de las clases desfavorecidas, sino que pueden aparecer en todos los niveles sociales, son más frecuentes en entornos considerados de alto riesgo.

Pueden tener un origen familiar o extrafamiliar y producen graves daños a las víctimas que se manifiestan en conductas agresivas, de autoculpa, de evitación, retraimiento y depresión. La gravedad de los trastornos derivados de estas experiencias requiere la intervención de las instancias sociales.


2º.- El papel del centro escolar


La legislación establece que “toda persona o autoridad, y especialmente aquellos que por su profesión o función, detecten una situación de riesgo o posible desamparo por un menor, lo comunicará a la autoridad o sus agentes más próximos, sin perjuicio de prestarle el auxilio inmediato que precise”.

Las medidas a adoptar en el centro escolar son preventivas y paliativas, aunque ambas están condicionadas y limitadas en la mayoría de los casos por la escasez de evidencias irrefutables, por la ocultación o negación de hechos por parte de la familia y por otras circunstancias.

a) Las medidas preventivas que competen a la escuela son: el apoyo a la familia, la compensación de desigualdades sociales y el desarrollo lingüístico.

- La actuación básica del Centro en materia de apoyo a la familia consiste en la información sobre ayudas institucionales, la orientación y asesoramiento sobre situaciones escolares o sociales y la organización de Escuelas de Padres o la colaboración en la Escuela de Padres dependientes de otras entidades.
- La compensación de desigualdades se canalizan por medio de los Programas de Educación Compensatoria que dotan a los centros de recursos para que el alumnado supere las desventajas sociales y acceda a la educación en igualdad de oportunidades. El carácter voluntario de la Educación Infantil priva a los niños y niñas de esta etapa del derecho a becas y de Ayudas para el material escolar.
- Con objeto de conseguir la igualdad de los resultados en la escolarización se intensifican en las aulas los Programas de Desarrollo del Lenguaje para que los niños y las niñas, en situación de riesgo social, superen las deficiencias y limitaciones del código lingüístico restringido que Bernstein consideró propio de los ambientes desfavorecidos.


b) Las medidas paliativas se introducen ante la evidencia de una situación de desamparo, la cual resulta difícil de detectar y de comprobar con los medios disponibles en el centro escolar, acentuados por las características evolutivas de los niños y niñas menores de 6 años sometidos a estas situaciones.

Las manifestaciones observables son el absentismo escolar, el aspecto físico descuidado, la carencia del material escolar imprescindible, las señales frecuentes de maltrato…
La actuación de la escuela, tras la anotación sistemática de datos, será la comunicación a los Organismos correspondientes, la colaboración con los Equipos interdisciplinares que intervengan en el caso, la atención afectiva y psicológica que precise el niño y la niña, la introducción de refuerzos educativos para evitar dificultades en el aprendizaje y la orientación y formación de hábitos sociales adecuados.

NORMAS DE NUESTRA AULA


Uno de los objetivos fundamentales del proceso educativo es potenciar la educación integral de nuestros niños y niñas.

Para poder llevar a buen término este objetivo es necesario, entre otras, desarrollar las habilidades necesarias para lograr una convivencia saludable y en paz.

En la sociedad actual hay valores imprescindibles para dicha convivencia, que están siendo sustituidos por otros que aportan beneficio inmediato y mayor reconocimiento social.

Para poder convivir es necesario recuperar la importancia de algunos de los valores que han pasado a un segundo plano. La adquisición de estos será especialmente beneficiosa en la adolescencia, ya que favorecerá la capacidad de respuesta de los jóvenes ante situaciones difíciles.

Esta realidad nos induce a trabajar con nuestros alumnos desde edades tempranas con una finalidad preventiva.

Este proceso será exitoso si se trabaja conjuntamente con la familia. Es importante que los pequeños intuyan que educamos con los mismos criterios, de forma coordinada, desde la cercanía y la presencia.

De este modo los niños aprenderán que las estrategias planteadas son válidas para convivir en los diferentes espacios en los que se desarrolla su vida: casa, escuela, calle…, así como en los distintos campos de relación: familia, amigos, compañeros, docentes…


METODOLOGIA

Mensualmente se colocara en la clase el cartel de la estrategia y se entregara a cada alumno y alumna una ficha que llevará a su casa y que recoge el objetivo que se quiere trabajar.

Al finalizar el mes el niño o la niña la llevará al aula. Allí, el docente formulará preguntas que ayuden a ampliar al ámbito social lo aprendido en el ámbito familiar y escolar.

NORMAS

· Cuando llego a un lugar digo: hola y cuando me voy digo: adiós.
· Cuando pido algo y me lo dan digo: gracias.
· Cuando hay que recoger mis juguetes, ayudo.
· Cuando me visten, ayudo.
· Cuando llego a casa, con o sin ayuda, me lavo las manos y me las seco.
· Obedezco órdenes sencillas.
· Cuando hago las cosas bien me pongo contento.Antes de dormir, me gusta escuchar un cuento.

RUTINAS Y CONFLICTOS

En Educación Infantil, las rutinas marcan la pauta a la hora de desarrollar los acontecimientos de la jornada escolar. Cada día, resulta necesario construir el dispositivo que permite desarrollar las capacidades previstas y acercarse con mayor implicación y conocimiento a los temas señalados en las unidades didácticas.A nosotros como educadores nos permite: desarrollar con orden las actividades, los momentos de relajación y otros momentos de la vida diaria como las comidas o el sueño, teniendo en cuenta nuestros objetivos didácticos, así como las necesidades educativas y asistenciales de los niños/as.Sin embargo, la organización y puesta en práctica de las rutinas escolares no supone únicamente una estructuración didáctica de nuestra labor educativa. Es mucho más que eso. Estamos ofreciendo a los niños/as algo más que unas pautas. Mediante la adaptación a las rutinas y el seguimiento de las mismas, los pequeños van conociendo el entorno que les rodea, superando sus miedos y temores a lo desconocido, descubriendo qué es lo que viene después y proporcionándoles la seguridad tranquilidad y confianza necesaria para una adecuada adaptación y estancia en la escuela; todo lo cual posibilita el desarrollo de una sana autonomía personal (objetivo de la Educación Infantil) y el conocimiento de estructuras temporales y nociones secuenciales, como antes y después, ahora y luego, hoy y mañana.Hay que hacer hincapié, por otro lado, en la necesidad de elaborar y desarrollar unas rutinas coherentes con las necesidades del cuerpo humano, es decir, ofrecer la posibilidad de pasar de un estado corporal a otro distinto, con fines educativos. Cada una de las situaciones educativas que vivimos en la escuela durante la jornada, suponen una presencia corporal distinta. Así cuando realizamos algún taller; cuerpo silenciado, cuando escuchamos el cuento; cuerpo objeto de atención, cuando comemos. De esta forma, los educadores podemos “explotar” las actividades según el objetivo de cada situación. Un ejemplo de vida diaria en nuestras aulas de infantil, podría ser el siguiente:


Entrada y saludos.
Asamblea: ¿qué vamos a hacer hoy?
1ª Actividad.Merienda y aseoRecreoVuelta a la calma
Juego por rinconesRecoger la claseCantar canciones. Higiene. Salida
Todas las mañanas, cuando van entrando los/as niños/as en el aula, además de dejar sus mochilas en las perchas, se van sentando en la asamblea. A continuación contamos cuántos/as han venido, y vemos cuántos/as faltan. Tienen que deducir quiénes no están y coger la foto del mural y colocarla dentro de la puerta, además de quitar los/as que el día anterior no fueron a clase y ese día sí están. Después contamos en inglés...Además, en el calendario, reflejamos el tiempo que hace ese día.
A continuación cantamos la canción de "días de la semana" (pinchar en el enlace para oirla) :http://www.evoca.com/everyone_recording.jsp?rid=119175&token=310K9YEdD08UxFZ3FS5MNw%3D%3Dy la de los "buenos días":http://www.evoca.com/everyone_recording.jsp?rid=119174&token=1CQ81WUNStpkh8I4lbxffQ%3D%3D


El conflicto es un componente más de la vida real, que desempeña un papel importante en la educación y cuya existencia es preciso asumir y encarar. Es inevitable que los conflictos existan. Lo importante es ver cómo los podemos afrontar.
En una solución de conflictos positiva se resuelven los problemas con un beneficio para cada una de las partes implicadas y se tienen en cuenta las necesidades de ambas partes.
Siguiendo a Moreno, A. (2001), la solución de conflictos ayuda a:

o Desarrollar la autoconfianza
o Aprender a vivir en sociedad
o Disfrutar de la vida
o Preparase para vivir en paz
o Desarrollar una actitud de no violencia
o Aprender formas constructivas de relacionarnos con los demás
o Desarrollar la creatividad
o Aprender a ser asertivo
o Desarrollar la tolerancia
o Controlar los propios sentimientos
o Aprender a tomar decisiones

Las tres destrezas necesarias para resolver conflictos son:

1. Capacidad para escuchar y prestar atención a los otros/as.
2. Comprender y utilizar un determinado vocabulario.
3. Capacidad de reconocer y comprender las emociones en sí mismo y en los demás.

Los niños y niñas de 3 a 6 años pueden resolver conflictos sociales y pueden aprender a hacerlo. Su habilidad para encontrar soluciones se incrementa con el ejercicio de generar alternativas o soluciones y predecir las posibles consecuencias de cada una de ellas.
Cuando los niños y niñas tienen las destrezas necesarias y alguna experiencia en tomar decisiones, están preparados para comenzar a resolver conflictos por sí mismos. Los niños y niñas aprenden mejor cuando se les dan muchas oportunidades de practicar. La escuela es un lugar ideal para este aprendizaje.

martes, 12 de mayo de 2009

RABIETAS Y AUTOCONTROL

“Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite” o lo que es lo mismo: “intenta ponerte en mi lugar porque yo también lo estoy pasando mal”.
Cuando cualquier actividad cotidiana se convierte en una batalla y el niño no hace caso. No se deja vestir. No quiere irse a dormir. Se enfurece cuando le impedimos algo. Hace berrinches. Tiene rabietas. No acepta límites, etc, etc...Ya no sabemos qué hacer. Aunque sea increible, debemos entender la rebeldía, la desobediencia, el negativismo, las rabietas y los berrinches como signos positivos y expresivos de una personalidad en formación. Hemos comentado en otras oportunidades que esta etapa del desarrollo se evidencia alrededor de los 2 años. Si un niño a esta edad no da ninguna señal de oposición- entrega sus juguetes con demasiada facilidad, no se ofende, no protesta ni se defiende cuando le sacan o le niegan algo- debemos preocuparnos: ese niño tiene miedo de exponerse. En el mejor de los casos, necesita mantener en secreto sus verdaderos deseos. En el peor de los casos, ya no sabe lo que desea o ya no desea. Después de explicar estos aspectos fundamentales para la comprensión del desarrollo de la personalidad en el niño, podemos ocuparnos de las dificultades de los padres durante estos períodos del NO.
El primer paso para abordar el tema
Lo primero es reconocer lo complicado que resulta para los padres y/o educadores vérselas con unos niños que- a pesar de la torpeza, la inmadurez y la impulsividad propias de la edad- intentan comunicar su gusto, sus ganas, sus necesidades, su vitalidad, su ritmo, su desacuerdo, como pueden. No queremos sofocar la expresividad del niño. Tampoco debemos dejarlo librado a sus impulsos. Cualquiera de estas dos posiciones termina siendo destructivas y llevan a la enfermedad.
¿Significa esto que hay que dejar actuar al niño según sus antojos?
Por supuesto que no. ¿Es posible respetar su individualidad sin dejar de ejercer la autoridad? Por supuesto que sí. Un niño que se siente respetado, respeta; si se siente engañado, miente. Un niño que se siente escuchado, escucha; sabe que hablar vale la pena. Un niño al que se le dan razones verdaderas y válidas, aprende que nadie - no sólo él- puede hacer todo lo que quiere en cualquier momento.
Tenemos que entender que la frustración es un sentimiento que forma parte del desarrollo humano saludable. Los niños van aprendiendo desde muy pequeños que no todos los deseos pueden ser satisfechos. Por ejemplo, en los primeros días del colegio un niño debe aprender a separarse de su madre, lo cual supone un grado de frustración que aprenderá a tolerar y a satisfacer de otra manera. Sin embargo, si durante la infancia la frustración no es manejada de forma adecuada puede acarrear dificultades, mostrando comportamientos inadecuados para su edad: rompiendo cosas, tirando objetos, haciendo rabietas etc.
Para enseñar a los niños a manejar la frustración es necesaria una pequeña dosis de ella ya que es beneficiosa para el crecimiento emocional. Si el niño tiene el afecto de sus padres aunque se equivoque tendrá la seguridad de contar con ellos y aprenderá a manejar la frustración de manera adecuada. Cuando los padres son demasiados sobre- protectores y no permiten que el niño aprenda a resolver sus problemas, difícilmente éste aprenderá a tolerar la frustración cuando se le presenten obstáculos que le impidan satisfacer sus deseos.
Otro aspecto muy importante es evitar la gratificación ilimitada para que el niño adquiera un aprendizaje gradual de tolerancia a la frustración.
En la vida nuestros hijos se encontrarán miles de trabas a lo largo de su vida. Decirles que “no” cuando sea necesario, poner límites, permitirles que resuelvan los problemas por sí solos y dosificar las gratificaciones; son cuotas de frustración que les permitirán aprender a tolerarla, confiar en sus capacidades y saber renunciar a los deseos de manera normal.
Las rabietas se pasan con la edad. Llega un día en que el niño adquiere un lenguaje que le permite explicarse mejor que a través del llanto y las pataletas. También llega un día en que sabe lo que “es” y “quiere” y lo pide sin llevar la contraria a nadie. Llega un momento en que, si no hemos impedido sus manifestaciones autónomas y de autoafirmación, tenemos un hijo autónomo, que sabe pedir adecuadamente lo que quiere porque ha aprendido que nunca le hace falta pedirlo mal si su petición es razonable.
¿Cómo hacer que llegue antes este momento en que finalizan las rabietas?
Por una parte, hemos de procurar que en la etapa del apego el niño esté correctamente apegado, ya que un niño inseguro tardará más en pasar esta etapa de independencia. Así que si quiere que su hijo sea autónomo, mímele todo lo que pueda cuando sea pequeño. Para adquirir la independencia se necesita seguridad y la seguridad se adquiere con un buen apego.
Una vez haya llegado a la etapa de las rabietas, hemos de intentar que se solucionen cuanto antes. Nada de esto se dará si coartamos su deseo de separarse de nosotros, ya que lo único que se obtiene “intentando” que no se salga con la suya es un niño sumiso o rebelde (depende del tipo y grado de disciplina o autoridad empleada). Normalmente si les “ignoramos” suelen volverse más sumisos y dependientes, aunque lo que vemos es un niño que se doblega y “parece” que mejore en sus rabietas. Pero la causa que provoca esa rabieta sigue en él y se manifestará de otra forma (ahora o en la adolescencia).
Es difícil acordarse de todo ante una rabieta infantil, es difícil razonar cuando estamos a punto de perder la razón, es difícil y, por eso, ante la duda de no saber como actuar, intente querer a su hijo al máximo porque él lo estará necesitando, ya que las rabietas también hacen sentirse mal a los niños.

AUTONOMÍA Y MEJORA DEL AUTOESTIMA

Para que nuestros niños sean independientes y desarrollen cierta autonomía en sus vidas, dependerá mucho de la educación que les demos.
Niños independientes
Lo que ocurre, generalmente hablando, es que muchos padres suelen anticiparse a las acciones de los niños, a no dejarles actuar o a hacer algunas otras cosas que los niños podrían hacer solitos. Esos padres actúan así porque creen que sus niños no tienen capacidad de realizar cosas solitos, por evitar que se hagan daño, por comodidad para conseguir resultados más rápidos, o porque no confían en la capacidad de reacción de sus hijos.
Los niños aprenden a ser autónomos en las pequeñas actividades diarias que desarrollarán en casa, en la guardería, o en el colegio. Los niños desean crecer, quieren demostrar que son mayores a todo momento. Caben a los padres y educadores, la aplicación de tareas que ayuden a los niños a que demuestren sus habilidades y sus esfuerzos. Poner, recoger, guardar, quitar, abrochar y desabrochar, irse al baño, comer solos, etc., son acciones que ayudarán a los niños a situarse en el espacio en que vive, y a sentirse partícipe en la familia y entre sus amigos.
La educación hacia la independencia
Todos los niños pueden y deben ser educados para ser independientes, pero todos los niños no son iguales. Cada niño desarrolla capacidades de una forma distinta. Se puede pedir todo a todos, pero no se puede esperar que los resultados sean los mismos. Se debe, primero, conocer cuales son las capacidades reales de cada niño, para poder ayudarle en su justa medida, y no solucionarles la tarea cuando él sea capaz de realizarla solo. Se debe dar la oportunidad de experimentar, de equivocarse, de fallar o de acertar, y todo eso lleva un tiempo, según la edad y la capacidad de aprendizaje de cada niño. Cuando tu hijo, delante de una tarea, diga "yo sólo que ya soy mayor", escúchale y respeta su decisión. Es más importante lo que dicen y cómo actúan los padres en ese proceso, que la disposición que tenga el niño. No os olvidéis de que una mayor autonomía favorece a una buena autoestima, y a una evolución sana en cuanto a las decisiones y la vivencia del día a día.

Sobreprotección
Un padre muy sobreprotector es un padre que va a crear un hijo dependiente. Los niños se vuelven inseguros cuando se les da todo lo que piden y se consienten en algunas actitudes que no son correctas. Los padres deben ser un punto de referencia adecuado. Los niños deben saber que ellos están allí para proveerles cariño y límites adecuados, no un amor ciego, sino un amor capaz de ver sus defectos y corregirlos. El amor tiene que ser incondicional en el afecto y no en la actitud y en la corrección. Si el niño se porta mal, debe corregirse. También es determinante para la autonomía infantil, que usted enseñe a sus hijos a hacerse sus cosas personales, como vestirse, amarrarse los zapatos y bañarse.
Debe tener mucha paciencia y planificar las cosas de tal manera que los niños las vayan aprendiendo despacio y sin presiones. Si sus hijos no se visten rápido para ir al colegio o para dar un paseo, no los vista usted, mejor levántese más temprano y permítales tomarse su tiempo mientras aprenden.
Con respecto a la comida, no hay una edad definida para que el niño se alimento solo. Si el niño ya puede tomar en sus manos los cubiertos, déjelo que intente comer él solo, observélo y vigile que no vaya a atragantarse, pero no le dé la comida usted. Que no le importe si su hijo ensucia el piso, la mesa, su ropa, incluso cara y cabello.
A la hora de dormir, también es importante que los niños se acuesten solos. Usted puede cantarles, para que se queden dormidos, pero no quedarse con ellos toda la noche ni permitirles que duerman en su cama.
No hay edad determinada para que el niño haga sus propias cosas. La edad cronológica de los niños difiere con la edad psicológica, es obligación de los padres diferenciar ambas edades y preocuparse por el desarrollo pleno del
niño.
La autonomía viene a hacer una capacidad indispensable para lograr una vida emocionalmente saludable. Para fomentar la autonomía de sus hijos recomendamos:
Darle la opción de elegir entre dos o más alternativas, en vez de ordenar. Así le estamos educando para tomar decisiones desde pequeño y a que ejerza el control sobre sus acciones. Ejemplo: ¿Quieres ponerte la pantalón azul o el morado?

Esto es dejarle hacer las cosas por sí solo, aunque no lo haya hecho antes. Es bueno que el niño se enfrente poco a poco a nuevos retos: usar el cuchillo y el tenedor, atarse los zapatos, resolver un problema de matemáticas. Cuando haya realizado tareas nuevas o intentado retos nuevos, hay que reconocerle su esfuerzo aunque no lo haya logrado a la primera. Realizar algo nuevo es siempre algo difícil, el que reconozcamos esto le permitirá intentar las cosas independientemente si lo logra o no.

Preguntar demasiado puede parecer un signo de interés hacia el niño, pero también es una invasión de su privacidad. Estimular su autonomía es permitirle que cuente sus experiencias cuando desee.

También se puede pensar que estimular al niño es contestarles en cuanto y a todo lo que pregunten. Pero en ocasiones podemos estimular su razonamiento al devolverles la pregunta. Por ejemplo. "Papá, mamá... ¿por qué llueve?". Resulta fácil explicar que el agua se condensa por las el calor y eso provoca que llueva.... Pero podría estimular más al niño responderle: " Buena pregunta, y tú ¿por qué crees que llueve?". Qué mejor manera de estimular su razonamiento que hacerle pensar sin darle de primeras la solución a todo, aunque al final si se le responda su pregunta.

Ser autónomo significa dejar de depender de los padres y encontrar por sí mismo cómo resolver sus problemas. Lo cual es mucho más útil enseñarles dónde pueden encontrar las respuestas que dárselas nosotros. Enseñarles a utilizar el internet, la enciclopedia, la biblioteca, leer un mapa, a llamar al 040 y todos los demás recursos que hay a nuestro alcance.

Aunque pudieran parecer ilógicas o irreales las ilusiones de nuestros hijos. No hay que desanimarlos pues al permitir que planifiquen y comprueben por sí mismos si sus decisiones son correctas estamos estimulando su autonomía.

VESTIRSE SOLOS

Cuando empiezan a sentirse mayores quieren vestirse por sí mismos para demostrar su independencia y autonomía e imponer su propia voluntad. Hay algunas cosas que los padres podemos hacer para facilitarles la tarea de aprender a vestirse solos. A partir de los tres años, empiezan a desvestirse pero aún necesitan ayuda para vestirse; a los 5 o 6 años ya lo hacen solitos.
Comprar ropa fácil de poner y quitar, evitando lazos, botones, cierres o mecanismos complicados para ellos. Como aún son muy pequeños para combinar los colores, si se quiere evitar que el niño salga a la calle hecho un payaso, colocar la ropa combinable en un estante que quede a su alcance. Hacer lo mismo colocando allí las prendas de la estación del año que corresponda, así no se pondrá un jersey en pleno verano. De esa forma, ellos podrán escoger su propia ropa.
Muchos niños le toman el gustito y llegan a cambiarse varias veces al día e incluso imponen sus propios gustos y manías haciendo que les quitemos alguna prenda que no les gusta. Pero es normal que haya alguna ropa que le guste más que otra. Podemos hacerlos que practiquen la técnica de vestirse con muñecos, cantar canciones o que se vistan al mismo tiempo que nosotros para que vayan aprendiendo el orden, primero los calcetines, la camiseta, y así. Es importante que los felicitemos cuando se visten solos y tenerles mucha paciencia.
Un buen truco para que se coloquen el abrigo solos es ponerlo abierto en el suelo, así sólo tienen que meter los brazos en las mangas y hacer pasar el abrigo por encima de la cabeza. Les divierte y hace que se sientan independientes… y evitamos los berrinches a la hora de salir.

HERRAMIENTAS DE INTERACCIÓN CON LOS DEMÁS

La interacción con los demás, adultos y compañeros, es fundamental en
el desarrollo de la persona, en estas edades, y condiciona fundamentalmente el proceso de socialización. Por eso, hay que cuidar al máximo las relaciones de los alumnos de Educación Infantil:

– El niño es un ser en relación: Vive y crece en relación. A medida que el niño crece, sus relaciones se amplían, se hacen más complejas y, cualitativamente, más diferentes. En sus relaciones es donde se va a modelar su personalidad, el sentimiento de su propia identidad, la visión de sí mismo, de los demás y del mundo. Por eso, el proceso de crecimiento del niño se entiende correctamente sólo dentro de un ambiente relacional adecuado.

– Educar, en Educación Infantil, es proporcionar situaciones de relación: Es preciso ofrecer al niño situaciones en las que viva y experimente el valor y el placer de descubrir juntos, de aprender juntos, de compartir y de cooperar con los niños y también con los adultos. Así se fomenta la socialización.

– Las relaciones del adulto (profesor/a) con el niño son decisivas para el desarrollo de la identidad y de las características de la personalidad del niño: en un ambiente de relaciones positivas y afectuosas, la actuación del educador tiene para el niño un valor retador y estimulante; en la medida en que el educador anime y aliente al pequeño, le plantee retos y le ofrezca ayudas, le felicite y recompense por sus logros y le ayude a relativizar sus errores, estará fomentando en él sentimientos de competencia y seguridad, haciendo que se forme una imagen positiva de sí mismo.

– De vital importancia son las relaciones del niño con sus compañeros, con sus iguales: en las interacciones con los compañeros el niño aprende a relacionarse con los demás, a guardar su turno y el momento de satisfacer sus deseos, aprende la simpatía y la amistad, la cooperación y la empatía, pero aprende también la competición, la envidia, los celos y la rivalidad; la existencia lógica de conflictos entre iguales puede constituir un instrumento de desarrollo en la medida en que los educadores orienten la superación de esos conflictos.

Pautas a seguir a la hora de enseñar a los niños a relacionarse con los demás:
1. Hemos de enseñar a nuestros hijos a saber hacerse una idea de las personas para predecir e interpretar su conducta. Por ejemplo, si está en el recreo y hay niños que juegan a darse empujones, son más violentos y no se respetan entre sí, hemos de hacerle ver al niño que esa conducta no es mejor ni peor, que esos chicos se lo pasan bien jugando de esa forma, pero que, si él es más tranquilo y no le gustan los juegos tan violentos, ha de acercarse a otros niños que se divierten jugando a las canicas o al escondite o a acertar y adivinar palabras sobre objetos que hay en el patio de recreo, etc.
Lo verdaderamente importante es que respete a los niños que se divierten con juegos que a él no le gustan, pero que tampoco les tema o les huya, ni se quede en un rincón sin aprovechar el recreo.
Ese ir aprendiendo a ponerse en lugar del otro y respetar su modo de proceder, aunque no sea el nuestro y no nos agrade, es la primera habilidad social que se enseña con el ejemplo y debe expresarse y aclarar constantemente al niño con ejemplos vivos.
2. Debemos enseñarles a hacer amigos y conservarlos, pero para ello lo primero que hemos de lograr es que nuestro hijo «sea amigo de sí mismo». Es decir, que se acepte, quiera y valore tal cual es.
Es misión de los padres y familiares que rodean a un niño el proporcionarle una buena imagen de sí mismo. Debemos estar atentos a valorar de inmediato todas las actitudes y conductas positivas, reforzando constantemente con palabras de aliento, seguridad y confianza que eleven su autoestima.
Si, por el contrario, tanto en casa como en el colegio predominan las críticas y rechazos haciéndole sentirse poco capaz e insignificante, perderá la seguridad en sí mismo y con una imagen tan pobre de sí, lo normal es que aprenda a vivir angustiado y a estar siempre a la defensiva. Al no encontrarse a gusto con uno mismo (también nos pasa a los adultos), no es fácil saber relacionarnos con los que nos rodean.
3. Hay que inculcarles el saber compartir. Muchos niños permanecen demasiado encerrados en sí mismos porque no han aprendido a dar, a ofrecer sus cosas, a jugar con los demás, sabiendo esperar su turno.
Hemos de hacer ver al niño que los que siempre quieren ser los primeros y no saben esperar su turno hasta que han terminado los demás, no hacen amigos con facilidad porque nadie quiere someterse siempre a la voluntad, deseos y caprichos de los otros. Es un mal amigo quien lo quiere todo para sí y no sabe compartir.
Lo más práctico para el aprendizaje de esta habilidad social es ofrecer frecuentemente modelos de otros niños que se divierten compartiendo sus cosas.
4. Conviene fomentar la importancia de prestar ayuda o pedirla. Tenemos que enseñar en la práctica cómo ayudar a un amigo de manera desinteresada, sacarle de un apuro, prestarle algo, es una buena manera de obtener su aprecio, manifestándole que tenemos interés porque solucione sus problemas y le ayudamos en la medida de nuestras fuerzas.
Pero también pedir ayuda es una buena manera de hacer amigos porque, al indicarle al otro algo que no podemos lograr sin su colaboración, le estamos demostrando que él es una persona valiosa, tanto que nos es muy necesario contar con su colaboración.
5. Deben aprender a ponerse en el lugar de los demás. Tratar de comprender por qué sus amigos se comportan de esta o aquella manera; aunque su proceder no sea el más adecuado.


Cómo enseñar a tu hijo a compartir
Los niños pequeños no tienen claro el concepto de compartir. Es normal, por tanto, que no quieran prestar sus juguetes y que sean muy posesivos con sus cosas. No obstante, los padres deben enseñarles desde muy pequeños a corregir esa conducta. Enseñarles a compartir, debe formar parte de la educación que reciben. Antes de los dos años hay que respetar su sentido de la propiedad.Para que nuestros hijos no desarrollen comportamientos egoístas, debemos enseñarle desde muy temprana edad a compartir. La acción de compartir no se produce de forma natural, sino que es un proceso que se desarrolla lentamente, y que precisa tiempo y paciencia. Para ello, es fundamental tener en cuenta la edad del niño.
Alrededor de los dos o tres años son egocéntricos, piensan que todo gira en torno a ellos y aunque ya pueden entender el concepto de propiedad les cuesta mucho compartir.
A esta edad empiezan a jugar con otros niños, comienzan a relacionarse y a participar de los mismos juegos y juguetes, pero todavía no están preparados para compartir sus objetos sin que surjan conflictos. Es conveniente que los padres le ayuden a elegir los juguetes que no les importa prestar y guardar aquellos por los que tiene más interés para cuando esté solo.
Tienen que saber que los juguetes que saque de su casa cuando vaya al parque, a casa de un amigo o a cualquier otro sitio a jugar son para compartir, de lo contrario debe dejarlo en casa para cuando esté solo.
Es a partir de los tres años cuando empiezan a disfrutar jugando con otros niños de su edad, participando todos del mismo juego y compartiendo los juguetes. El único problema es que todos desean el mismo juguete. Si uno lanza una pelota, todos quieren lanzar la pelota y si uno quiere coger la bici, todos los demás querrán cogerla también. Es una buena edad para enseñarles a hacer turnos y respetarlos.
A partir de los cinco años, el tener amigos es muy importante para ellos y entienden que compartir sus objetos les ayuda a tener amigos.