martes, 12 de mayo de 2009

HERRAMIENTAS DE INTERACCIÓN CON LOS DEMÁS

La interacción con los demás, adultos y compañeros, es fundamental en
el desarrollo de la persona, en estas edades, y condiciona fundamentalmente el proceso de socialización. Por eso, hay que cuidar al máximo las relaciones de los alumnos de Educación Infantil:

– El niño es un ser en relación: Vive y crece en relación. A medida que el niño crece, sus relaciones se amplían, se hacen más complejas y, cualitativamente, más diferentes. En sus relaciones es donde se va a modelar su personalidad, el sentimiento de su propia identidad, la visión de sí mismo, de los demás y del mundo. Por eso, el proceso de crecimiento del niño se entiende correctamente sólo dentro de un ambiente relacional adecuado.

– Educar, en Educación Infantil, es proporcionar situaciones de relación: Es preciso ofrecer al niño situaciones en las que viva y experimente el valor y el placer de descubrir juntos, de aprender juntos, de compartir y de cooperar con los niños y también con los adultos. Así se fomenta la socialización.

– Las relaciones del adulto (profesor/a) con el niño son decisivas para el desarrollo de la identidad y de las características de la personalidad del niño: en un ambiente de relaciones positivas y afectuosas, la actuación del educador tiene para el niño un valor retador y estimulante; en la medida en que el educador anime y aliente al pequeño, le plantee retos y le ofrezca ayudas, le felicite y recompense por sus logros y le ayude a relativizar sus errores, estará fomentando en él sentimientos de competencia y seguridad, haciendo que se forme una imagen positiva de sí mismo.

– De vital importancia son las relaciones del niño con sus compañeros, con sus iguales: en las interacciones con los compañeros el niño aprende a relacionarse con los demás, a guardar su turno y el momento de satisfacer sus deseos, aprende la simpatía y la amistad, la cooperación y la empatía, pero aprende también la competición, la envidia, los celos y la rivalidad; la existencia lógica de conflictos entre iguales puede constituir un instrumento de desarrollo en la medida en que los educadores orienten la superación de esos conflictos.

Pautas a seguir a la hora de enseñar a los niños a relacionarse con los demás:
1. Hemos de enseñar a nuestros hijos a saber hacerse una idea de las personas para predecir e interpretar su conducta. Por ejemplo, si está en el recreo y hay niños que juegan a darse empujones, son más violentos y no se respetan entre sí, hemos de hacerle ver al niño que esa conducta no es mejor ni peor, que esos chicos se lo pasan bien jugando de esa forma, pero que, si él es más tranquilo y no le gustan los juegos tan violentos, ha de acercarse a otros niños que se divierten jugando a las canicas o al escondite o a acertar y adivinar palabras sobre objetos que hay en el patio de recreo, etc.
Lo verdaderamente importante es que respete a los niños que se divierten con juegos que a él no le gustan, pero que tampoco les tema o les huya, ni se quede en un rincón sin aprovechar el recreo.
Ese ir aprendiendo a ponerse en lugar del otro y respetar su modo de proceder, aunque no sea el nuestro y no nos agrade, es la primera habilidad social que se enseña con el ejemplo y debe expresarse y aclarar constantemente al niño con ejemplos vivos.
2. Debemos enseñarles a hacer amigos y conservarlos, pero para ello lo primero que hemos de lograr es que nuestro hijo «sea amigo de sí mismo». Es decir, que se acepte, quiera y valore tal cual es.
Es misión de los padres y familiares que rodean a un niño el proporcionarle una buena imagen de sí mismo. Debemos estar atentos a valorar de inmediato todas las actitudes y conductas positivas, reforzando constantemente con palabras de aliento, seguridad y confianza que eleven su autoestima.
Si, por el contrario, tanto en casa como en el colegio predominan las críticas y rechazos haciéndole sentirse poco capaz e insignificante, perderá la seguridad en sí mismo y con una imagen tan pobre de sí, lo normal es que aprenda a vivir angustiado y a estar siempre a la defensiva. Al no encontrarse a gusto con uno mismo (también nos pasa a los adultos), no es fácil saber relacionarnos con los que nos rodean.
3. Hay que inculcarles el saber compartir. Muchos niños permanecen demasiado encerrados en sí mismos porque no han aprendido a dar, a ofrecer sus cosas, a jugar con los demás, sabiendo esperar su turno.
Hemos de hacer ver al niño que los que siempre quieren ser los primeros y no saben esperar su turno hasta que han terminado los demás, no hacen amigos con facilidad porque nadie quiere someterse siempre a la voluntad, deseos y caprichos de los otros. Es un mal amigo quien lo quiere todo para sí y no sabe compartir.
Lo más práctico para el aprendizaje de esta habilidad social es ofrecer frecuentemente modelos de otros niños que se divierten compartiendo sus cosas.
4. Conviene fomentar la importancia de prestar ayuda o pedirla. Tenemos que enseñar en la práctica cómo ayudar a un amigo de manera desinteresada, sacarle de un apuro, prestarle algo, es una buena manera de obtener su aprecio, manifestándole que tenemos interés porque solucione sus problemas y le ayudamos en la medida de nuestras fuerzas.
Pero también pedir ayuda es una buena manera de hacer amigos porque, al indicarle al otro algo que no podemos lograr sin su colaboración, le estamos demostrando que él es una persona valiosa, tanto que nos es muy necesario contar con su colaboración.
5. Deben aprender a ponerse en el lugar de los demás. Tratar de comprender por qué sus amigos se comportan de esta o aquella manera; aunque su proceder no sea el más adecuado.


Cómo enseñar a tu hijo a compartir
Los niños pequeños no tienen claro el concepto de compartir. Es normal, por tanto, que no quieran prestar sus juguetes y que sean muy posesivos con sus cosas. No obstante, los padres deben enseñarles desde muy pequeños a corregir esa conducta. Enseñarles a compartir, debe formar parte de la educación que reciben. Antes de los dos años hay que respetar su sentido de la propiedad.Para que nuestros hijos no desarrollen comportamientos egoístas, debemos enseñarle desde muy temprana edad a compartir. La acción de compartir no se produce de forma natural, sino que es un proceso que se desarrolla lentamente, y que precisa tiempo y paciencia. Para ello, es fundamental tener en cuenta la edad del niño.
Alrededor de los dos o tres años son egocéntricos, piensan que todo gira en torno a ellos y aunque ya pueden entender el concepto de propiedad les cuesta mucho compartir.
A esta edad empiezan a jugar con otros niños, comienzan a relacionarse y a participar de los mismos juegos y juguetes, pero todavía no están preparados para compartir sus objetos sin que surjan conflictos. Es conveniente que los padres le ayuden a elegir los juguetes que no les importa prestar y guardar aquellos por los que tiene más interés para cuando esté solo.
Tienen que saber que los juguetes que saque de su casa cuando vaya al parque, a casa de un amigo o a cualquier otro sitio a jugar son para compartir, de lo contrario debe dejarlo en casa para cuando esté solo.
Es a partir de los tres años cuando empiezan a disfrutar jugando con otros niños de su edad, participando todos del mismo juego y compartiendo los juguetes. El único problema es que todos desean el mismo juguete. Si uno lanza una pelota, todos quieren lanzar la pelota y si uno quiere coger la bici, todos los demás querrán cogerla también. Es una buena edad para enseñarles a hacer turnos y respetarlos.
A partir de los cinco años, el tener amigos es muy importante para ellos y entienden que compartir sus objetos les ayuda a tener amigos.

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