domingo, 31 de mayo de 2009

VIOLENCIA EN EDUCACIÓN INFANTIL

Se puede afirmar que una intervención adecuada desde infantil puede suponer evitar que las conductas violentas aparezcan en estadios posteriores de la educación del alumno, apostando por interiorizar modelos de relación basados en el diálogo y no en la violencia o la dominación de unos sobre otros.
Lo primero a tener en cuenta son los referentes con los que los niños y niñas se encuentran en sus primeras edades y que van a jugar un papel primordial en el desarrollo de actitudes y comportamientos violentos, y nos referimos a la violencia que ven en sus contextos más inmediatos: en los adultos, cuando por ejemplo ponen en ridículo a un niño en presencia de otros, en la televisión, ya que una imagen vale más que mil palabras y lo que los niños y niñas ven en la televisión o en las películas infantiles son instrumentos de penetración cultural en la infancia que pueden reforzar en ellos ideas de inmortalidad o de justificación de la violencia ante determinadas situaciones o con determinadas personas, e incluso en los juguetes, que suponen en muchos casos modelos de violencia y sexismo. Se encuentran indefensos porque no son capaces de analizar críticamente la información que les viene de fuera, sencillamente la asumen como algo que les viene dado, de ahí la responsabilidad de los docentes ante la violencia escolar, ya que todos esos modelos pueden llevar a la violencia a su alumnado debido a que los niños y niñas los toman como referente inmediato, es lo que ven de manera habitual. La escuela, lejos de contribuir a reforzar comportamientos violentos, como sucede en múltiples ocasiones, tendría que ser compensadora de las desigualdades de partida de los niños y niñas, sacando a la luz cuestiones sociales de la infancia en situación de riesgo y jugando un papel importante en el consumo de juguetes y películas que impliquen un compromiso social con la justicia.
Por tanto, se entiende la Educación Infantil como etapa previa fundamental. Esta idea de prevención implica la necesidad de ofrecer contextos en los que se trabaje por la paz y para evitar que los niños y niñas asuman la violencia como forma válida de relación y de resolución de conflictos.
Otros factores a tener en cuenta es la importancia de la escuela en la lucha contra la exclusión social, la posibilidad de que la violencia genere diferencias de trato entre los propios niños, la importancia del papel del docente ante las actitudes violentas, la tradición de violencia por cuestiones de género, los modelos violentos a los que está habituada la población infantil y las situaciones violentas que pueden venir generadas por las diferencias económicas del alumnado. La violencia puede generar diferencias, no solo por el mero hecho violento, sino también por los actos de sobreprotección de los docentes ante determinados niños o niñas. Los docentes no pueden caer en etiquetar a los alumnos ni sus comportamientos, deben evitar la dicotomía (bueno-malo, charlatán-silencioso…) que lo único que transmite es que hay niños y conductas que pueden ser etiquetados y juzgados y esto puede llevar al insulto gratuito y al desprecio por parte del resto de compañeros cuando la etiqueta no corresponde con lo considerado adecuado.
Ante la violencia en las primeras edades, a nivel escolar, sería necesario plantearse dos cuestiones fundamentales: por un lado, el docente debe compartir su poder y aceptar decisiones colectivas (ya que lo contrario no implica otra cosa que dominancia) y por otro, se tiene que entender la diversidad del alumnado como riqueza, como enriquecimiento, no como obstaculización del desarrollo de la vida social del aula.
La violencia por cuestiones de género como forma de ejercer el poder que han tenido los hombres hasta el momento implica una necesidad de analizar las expectativas docentes en relación con los comportamientos bondadosos esperados en los niños y en las niñas y si éstos son diferentes, lo que puede dar lugar a diferentes reacciones. Es decir, suele entenderse que determinadas actitudes son más o menos violentas en función de si proviene de un niño o de una niña. En definitiva y en relación con la violencia asociada al género, se hace básico responder al siguiente interrogante: ¿Hay un modo de bondad válido para ofrecer a la infancia? Responder a esta pregunta implica que, para que haya una educación basada en la igualdad de derechos, lo primero que debe hacerse es revisar actitudes de los docentes ante estos temas, ya que lo que ellos entiendan por violento o las diferencias que hagan entre comportamientos que vienen de niños o niñas, puede condicionar las futuras respuestas de su alumnado.
En cuanto a los diferentes modelos que tiene la infancia en los que ser malo es divertido (claro ejemplo se tienen en los piratas, en los bandidos...), se hace necesario discutir en la escuela acerca de la maldad de personajes famosos, bien de películas, bien de cuentos tradicionales, bien de los payasos, títeres o dibujos animados (que provocan risa ayudados de violencia física), bien del bueno como algo justificado para vencer al malo, bien en las canciones infantiles o de los ídolos del momento. Por lo tanto, será preciso buscar espacios de reflexión del adulto de manera individual y del adulto con los niños y niñas y crear contextos para que los propios niños y niñas sean mediadores.
Hay que subrayar y prestar una especial atención a la importancia de que el docente tenga en cuenta que en sus aulas hay niños y niñas sin posibilidades económicas, lo que puede obstaculizar el aprendizaje o generar situaciones violentas, porque esto puede llevar a las envidias cuando un niño o una niña, por ejemplo, trae un juguete de casa que otro no se puede permitir. Por lo tanto, se debe evitar que los niños trasladen a clase los prejuicios de sus padres y el maestro o maestra deberá tener presentes las historias de cada alumno en las aulas. Para ello se hacen imprescindibles gestos tan básicos como el administrar el reparto de chucherías en clase o los juguetes personales que los niños o niñas traen de casa, o sobre cómo abordar el maltrato hacia los objetos propios o ajenos.
En definitiva, es necesario que la Educación Infantil actúe como compensadora de la violencia en casa y en el aula desarrollando una labor preventiva y que por encima de todo se entienda la educación como clave para la transformación. Especialmente importante para trabajar la violencia en la escuela es que haya consideraciones y referencias explícitas de la misma desde el currículo y desde los documentos del centro, que no se quede en manos del saber o del querer de unos cuantos profesionales y que sea algo a trabajar por todos desde las primeras edades. Un punto a considerar es empezar a entender a los alumnos violentos como alumnos con necesidades educativas especiales y darles la respuesta adecuada, no resolviendo el caso con el etiquetaje y la marginación. Todo lo que hagamos y todo lo que dejemos de hacer en las aulas tendrá su repercusión en los niños y niñas y condicionará su desarrollo y su posterior aprendizaje.

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