“Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite” o lo que es lo mismo: “intenta ponerte en mi lugar porque yo también lo estoy pasando mal”.
Cuando cualquier actividad cotidiana se convierte en una batalla y el niño no hace caso. No se deja vestir. No quiere irse a dormir. Se enfurece cuando le impedimos algo. Hace berrinches. Tiene rabietas. No acepta límites, etc, etc...Ya no sabemos qué hacer. Aunque sea increible, debemos entender la rebeldía, la desobediencia, el negativismo, las rabietas y los berrinches como signos positivos y expresivos de una personalidad en formación. Hemos comentado en otras oportunidades que esta etapa del desarrollo se evidencia alrededor de los 2 años. Si un niño a esta edad no da ninguna señal de oposición- entrega sus juguetes con demasiada facilidad, no se ofende, no protesta ni se defiende cuando le sacan o le niegan algo- debemos preocuparnos: ese niño tiene miedo de exponerse. En el mejor de los casos, necesita mantener en secreto sus verdaderos deseos. En el peor de los casos, ya no sabe lo que desea o ya no desea. Después de explicar estos aspectos fundamentales para la comprensión del desarrollo de la personalidad en el niño, podemos ocuparnos de las dificultades de los padres durante estos períodos del NO.
El primer paso para abordar el tema
Lo primero es reconocer lo complicado que resulta para los padres y/o educadores vérselas con unos niños que- a pesar de la torpeza, la inmadurez y la impulsividad propias de la edad- intentan comunicar su gusto, sus ganas, sus necesidades, su vitalidad, su ritmo, su desacuerdo, como pueden. No queremos sofocar la expresividad del niño. Tampoco debemos dejarlo librado a sus impulsos. Cualquiera de estas dos posiciones termina siendo destructivas y llevan a la enfermedad.
¿Significa esto que hay que dejar actuar al niño según sus antojos?
Por supuesto que no. ¿Es posible respetar su individualidad sin dejar de ejercer la autoridad? Por supuesto que sí. Un niño que se siente respetado, respeta; si se siente engañado, miente. Un niño que se siente escuchado, escucha; sabe que hablar vale la pena. Un niño al que se le dan razones verdaderas y válidas, aprende que nadie - no sólo él- puede hacer todo lo que quiere en cualquier momento.
Tenemos que entender que la frustración es un sentimiento que forma parte del desarrollo humano saludable. Los niños van aprendiendo desde muy pequeños que no todos los deseos pueden ser satisfechos. Por ejemplo, en los primeros días del colegio un niño debe aprender a separarse de su madre, lo cual supone un grado de frustración que aprenderá a tolerar y a satisfacer de otra manera. Sin embargo, si durante la infancia la frustración no es manejada de forma adecuada puede acarrear dificultades, mostrando comportamientos inadecuados para su edad: rompiendo cosas, tirando objetos, haciendo rabietas etc.
Para enseñar a los niños a manejar la frustración es necesaria una pequeña dosis de ella ya que es beneficiosa para el crecimiento emocional. Si el niño tiene el afecto de sus padres aunque se equivoque tendrá la seguridad de contar con ellos y aprenderá a manejar la frustración de manera adecuada. Cuando los padres son demasiados sobre- protectores y no permiten que el niño aprenda a resolver sus problemas, difícilmente éste aprenderá a tolerar la frustración cuando se le presenten obstáculos que le impidan satisfacer sus deseos.
Otro aspecto muy importante es evitar la gratificación ilimitada para que el niño adquiera un aprendizaje gradual de tolerancia a la frustración.
En la vida nuestros hijos se encontrarán miles de trabas a lo largo de su vida. Decirles que “no” cuando sea necesario, poner límites, permitirles que resuelvan los problemas por sí solos y dosificar las gratificaciones; son cuotas de frustración que les permitirán aprender a tolerarla, confiar en sus capacidades y saber renunciar a los deseos de manera normal.
Las rabietas se pasan con la edad. Llega un día en que el niño adquiere un lenguaje que le permite explicarse mejor que a través del llanto y las pataletas. También llega un día en que sabe lo que “es” y “quiere” y lo pide sin llevar la contraria a nadie. Llega un momento en que, si no hemos impedido sus manifestaciones autónomas y de autoafirmación, tenemos un hijo autónomo, que sabe pedir adecuadamente lo que quiere porque ha aprendido que nunca le hace falta pedirlo mal si su petición es razonable.
¿Cómo hacer que llegue antes este momento en que finalizan las rabietas?
Por una parte, hemos de procurar que en la etapa del apego el niño esté correctamente apegado, ya que un niño inseguro tardará más en pasar esta etapa de independencia. Así que si quiere que su hijo sea autónomo, mímele todo lo que pueda cuando sea pequeño. Para adquirir la independencia se necesita seguridad y la seguridad se adquiere con un buen apego.
Una vez haya llegado a la etapa de las rabietas, hemos de intentar que se solucionen cuanto antes. Nada de esto se dará si coartamos su deseo de separarse de nosotros, ya que lo único que se obtiene “intentando” que no se salga con la suya es un niño sumiso o rebelde (depende del tipo y grado de disciplina o autoridad empleada). Normalmente si les “ignoramos” suelen volverse más sumisos y dependientes, aunque lo que vemos es un niño que se doblega y “parece” que mejore en sus rabietas. Pero la causa que provoca esa rabieta sigue en él y se manifestará de otra forma (ahora o en la adolescencia).
Es difícil acordarse de todo ante una rabieta infantil, es difícil razonar cuando estamos a punto de perder la razón, es difícil y, por eso, ante la duda de no saber como actuar, intente querer a su hijo al máximo porque él lo estará necesitando, ya que las rabietas también hacen sentirse mal a los niños.
Cuando cualquier actividad cotidiana se convierte en una batalla y el niño no hace caso. No se deja vestir. No quiere irse a dormir. Se enfurece cuando le impedimos algo. Hace berrinches. Tiene rabietas. No acepta límites, etc, etc...Ya no sabemos qué hacer. Aunque sea increible, debemos entender la rebeldía, la desobediencia, el negativismo, las rabietas y los berrinches como signos positivos y expresivos de una personalidad en formación. Hemos comentado en otras oportunidades que esta etapa del desarrollo se evidencia alrededor de los 2 años. Si un niño a esta edad no da ninguna señal de oposición- entrega sus juguetes con demasiada facilidad, no se ofende, no protesta ni se defiende cuando le sacan o le niegan algo- debemos preocuparnos: ese niño tiene miedo de exponerse. En el mejor de los casos, necesita mantener en secreto sus verdaderos deseos. En el peor de los casos, ya no sabe lo que desea o ya no desea. Después de explicar estos aspectos fundamentales para la comprensión del desarrollo de la personalidad en el niño, podemos ocuparnos de las dificultades de los padres durante estos períodos del NO.
El primer paso para abordar el tema
Lo primero es reconocer lo complicado que resulta para los padres y/o educadores vérselas con unos niños que- a pesar de la torpeza, la inmadurez y la impulsividad propias de la edad- intentan comunicar su gusto, sus ganas, sus necesidades, su vitalidad, su ritmo, su desacuerdo, como pueden. No queremos sofocar la expresividad del niño. Tampoco debemos dejarlo librado a sus impulsos. Cualquiera de estas dos posiciones termina siendo destructivas y llevan a la enfermedad.
¿Significa esto que hay que dejar actuar al niño según sus antojos?
Por supuesto que no. ¿Es posible respetar su individualidad sin dejar de ejercer la autoridad? Por supuesto que sí. Un niño que se siente respetado, respeta; si se siente engañado, miente. Un niño que se siente escuchado, escucha; sabe que hablar vale la pena. Un niño al que se le dan razones verdaderas y válidas, aprende que nadie - no sólo él- puede hacer todo lo que quiere en cualquier momento.
Tenemos que entender que la frustración es un sentimiento que forma parte del desarrollo humano saludable. Los niños van aprendiendo desde muy pequeños que no todos los deseos pueden ser satisfechos. Por ejemplo, en los primeros días del colegio un niño debe aprender a separarse de su madre, lo cual supone un grado de frustración que aprenderá a tolerar y a satisfacer de otra manera. Sin embargo, si durante la infancia la frustración no es manejada de forma adecuada puede acarrear dificultades, mostrando comportamientos inadecuados para su edad: rompiendo cosas, tirando objetos, haciendo rabietas etc.
Para enseñar a los niños a manejar la frustración es necesaria una pequeña dosis de ella ya que es beneficiosa para el crecimiento emocional. Si el niño tiene el afecto de sus padres aunque se equivoque tendrá la seguridad de contar con ellos y aprenderá a manejar la frustración de manera adecuada. Cuando los padres son demasiados sobre- protectores y no permiten que el niño aprenda a resolver sus problemas, difícilmente éste aprenderá a tolerar la frustración cuando se le presenten obstáculos que le impidan satisfacer sus deseos.
Otro aspecto muy importante es evitar la gratificación ilimitada para que el niño adquiera un aprendizaje gradual de tolerancia a la frustración.
En la vida nuestros hijos se encontrarán miles de trabas a lo largo de su vida. Decirles que “no” cuando sea necesario, poner límites, permitirles que resuelvan los problemas por sí solos y dosificar las gratificaciones; son cuotas de frustración que les permitirán aprender a tolerarla, confiar en sus capacidades y saber renunciar a los deseos de manera normal.
Las rabietas se pasan con la edad. Llega un día en que el niño adquiere un lenguaje que le permite explicarse mejor que a través del llanto y las pataletas. También llega un día en que sabe lo que “es” y “quiere” y lo pide sin llevar la contraria a nadie. Llega un momento en que, si no hemos impedido sus manifestaciones autónomas y de autoafirmación, tenemos un hijo autónomo, que sabe pedir adecuadamente lo que quiere porque ha aprendido que nunca le hace falta pedirlo mal si su petición es razonable.
¿Cómo hacer que llegue antes este momento en que finalizan las rabietas?
Por una parte, hemos de procurar que en la etapa del apego el niño esté correctamente apegado, ya que un niño inseguro tardará más en pasar esta etapa de independencia. Así que si quiere que su hijo sea autónomo, mímele todo lo que pueda cuando sea pequeño. Para adquirir la independencia se necesita seguridad y la seguridad se adquiere con un buen apego.
Una vez haya llegado a la etapa de las rabietas, hemos de intentar que se solucionen cuanto antes. Nada de esto se dará si coartamos su deseo de separarse de nosotros, ya que lo único que se obtiene “intentando” que no se salga con la suya es un niño sumiso o rebelde (depende del tipo y grado de disciplina o autoridad empleada). Normalmente si les “ignoramos” suelen volverse más sumisos y dependientes, aunque lo que vemos es un niño que se doblega y “parece” que mejore en sus rabietas. Pero la causa que provoca esa rabieta sigue en él y se manifestará de otra forma (ahora o en la adolescencia).
Es difícil acordarse de todo ante una rabieta infantil, es difícil razonar cuando estamos a punto de perder la razón, es difícil y, por eso, ante la duda de no saber como actuar, intente querer a su hijo al máximo porque él lo estará necesitando, ya que las rabietas también hacen sentirse mal a los niños.
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